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Kathryn C. Vangalis, (Kay) de 91 años, falleció pacíficamente en su casa en Grand Junction, Colorado, con sus tres hijos a su lado.

Nacida en Long Beach, California, de inmigrantes griegos de la península del Peloponeso, Kay vivió la vida al máximo con su amado esposo Constantine Peter Vangalis (Gus), quien la precedió en la muerte en 2017.

Criaron a sus hijos Pete, San Clemente, CA, sus hijos Kirk Ross, Amanda, Athena, Pete; Anthony (Tony), esposa Patricia, Vail, CO; y William (Bill), su esposa Angie y sus hijos Alex, Athena (Nikki) y Gus, Dallas, TX.

Los hijos y nietos de Kay le brindaron alegría constante ya que ella era la madre griega por excelencia, enseñándoles griego e inculcándoles el amor por su herencia, ascendencia, cocina y costumbres. Kay y Gus eran hijos de inmigrantes griegos que llegaron a Long Beach, CA y Chicago, IL, a través de Ellis Island en 1922 y 1932, respectivamente. Gus y Kay se conocieron en Wilson High School en Long Beach, CA, y se casaron en la Iglesia Ortodoxa Griega.

Kay y Gus eran fanáticos constantes de los juegos de béisbol familiares y de los días de navegación desde el puerto de Dana Point. Kay era una consumada costurera, golfista y cocinera con especialidad en recetas griegas de las antiguas ciudades rurales de su herencia: Giva y Trípoli, Grecia, que visitaron en 2008.

Cuando Gus falleció, Kay se mudó a la comunidad de Vineyard en Grand Junction, CO, un estado que les encantaba visitar cada verano desde su casa en Las Vegas, NV. Anteriormente, habían vivido en Long Beach, Oakhurst, Dana Point, San Juan Capistrano y Laguna Nigel, CA. Gus era capitán del ejército de los EE. UU. con estaciones en el sur de California y Alaska, y Kay lo acompañó a todas partes menos a Alaska cuando se quedó en California para criar a los niños.

En los últimos años, Kay llegó a amar a sus vecinos en Vineyard, donde tenía profundas amistades y compañerismo.

Además de sus tres hijos, Kay deja atrás a su amada perra Bella.

La familia Vangalis envía su más sincero agradecimiento a los cuidadores, enfermeras y al personal de Hope West Hospice de Grand Junction, cuya atención y profesionalismo fueron excepcionales.