En una tranquila tarde de viernes, LauraDee respondió a la llamada que marcaría el comienzo de su viaje como voluntaria de vigilia de HopeWest. Sin planes para el día siguiente, se sentía lista para ofrecer su presencia en las últimas horas de alguien. Lo que no sabía ella era que esta primera experiencia de vigilia se revelaría como una lección profunda, que cambiaría su comprensión del capítulo final de la vida.
LauraDee comenzó en HopeWest como voluntaria de atención al paciente y de recepción antes de sentirse atraída por el programa de vigilia. Los voluntarios de Vigil brindan una presencia de apoyo durante las últimas horas del paciente para que no esté solo. No todo el mundo experimenta el fallecimiento de un paciente durante el tiempo que pasan juntos. Pueden tomar la mano de la persona, hablarle o leerle, reproducir su música favorita o simplemente ser una presencia reconfortante junto a la cama.
Con sus suministros de crochet a cuestas, LauraDee llegó para sentarse con una mujer que no tenía familia viviendo cerca. Fue recibida por un ex colega de la mujer, quien mencionó su afición por la música cristiana y cómo le había estado cantando “Jesus Loves Me”. LauraDee se presentó con un toque suave y ocupó su lugar junto a la cama. Pasó el tiempo alternando entre su trabajo de crochet, tocando himnos cristianos en su teléfono, cantando suavemente y ofreciendo palabras reconfortantes, todo para asegurarse de que la paciente supiera que no estaba sola.
A medida que avanzaba la noche, se produjo un cambio que fue difícil de explicar. Alrededor de las 23:10, LauraDee fue impulsada por el instinto de tomar la mano del paciente. La mujer, que llevaba días con los ojos cerrados, los abrió y una lágrima cayó por su mejilla. LauraDee habló en voz baja y le aseguró: "Has vivido una vida maravillosa y está bien si es hora de irte". En esos últimos respiros, hubo una atmósfera de paz mientras LauraDee tomaba la mano del paciente.
A pesar de su miedo en torno a las cuestiones asociadas con la muerte y el morir, esta experiencia le sirvió como reconfortante garantía de que el final de la vida puede ser una partida serena, libre de dolor y llena de paz. Ella reflexiona: “Para mi primera vigilia, no podría haber pedido una mejor experiencia. Estuve allí por una razón”.
El apoyo emocional de los miembros del equipo de HopeWest siempre está disponible para los voluntarios de la vigilia, pero LauraDee sintió que no necesitaba apoyo adicional después de esta experiencia. Fue esclarecedor, ya que construyó una conexión con el paciente que fue más allá de su breve interacción. Para LauraDee, fue una lección que eliminó el miedo a lo desconocido en torno a la muerte y reforzó la importancia de no afrontar el final solo.
Para quienes estén considerando o sean nuevos en el voluntariado en la vigilia, LauraDee ofrece este consejo: “No tengan miedo de estar allí. Puedes ser un consuelo y saber que estás ayudando a alguien”. Su historia es un recordatorio del poder de la conexión, el consuelo de una mano tomada y la paz que se puede encontrar en los momentos finales de la vida.
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“No tengan miedo de estar allí. Puedes ser un consuelo y saber que estás ayudando a alguien”.
LauraDee, voluntaria de la Vigilia HopeWest