La dedicación de Ruthmary Allison a HopeWest es inspiradora. Su trayectoria en el ámbito de los cuidados paliativos comenzó en 1980, tras una visita a la isla de Guernsey, donde conoció el hospicio de St. John. Esta experiencia desató en ella una pasión por el movimiento que marcaría su camino para siempre.
Después de retirarse de su carrera docente, Ruthmary y sus hermanos afrontaron el fallecimiento de sus padres con un año de diferencia. Su madre recibió cuidados paliativos, mientras que su padre no. Con la naturaleza pacífica de los cuidados de su madre, Ruthmary vio la inmensa diferencia entre sus experiencias al final de la vida.
Esta comprensión de primera mano reavivó su deseo de servir en el movimiento de hospicio y unirse al equipo de voluntarios de HopeWest. Desde 2008, ha dedicado más de 2.600 horas de voluntariado, lo que demuestra su compromiso inquebrantable.
En el HopeWest Ferris Care Center, Ruthmary ayuda con mucho gusto a los auxiliares de enfermería y a las enfermeras con tareas como trasladar a los pacientes, ayudarlos a comer y caminar y bañarlos, todo ello con el máximo cuidado y compasión. Incluso es conocida por brindar una mano tranquilizadora cuando un paciente necesita tranquilidad durante los procedimientos médicos.
Ruthmary es una persona con don de gentes, con experiencia como maestra de primer grado, y se nutre de las conexiones humanas. Ya sea como voluntaria en los hogares de los pacientes como acompañante, brindando cuidados paliativos a los cuidadores o haciendo vigilia con quienes se acercan al final de su vida, se asegura de que nadie enfrente sus últimos momentos solo.
Su compromiso se extiende incluso más allá de la atención directa al paciente. En la tranquila comodidad de su hogar, Ruthmary ha cosido más de 500 osos de la memoria: preciosos recuerdos elaborados con la ropa de un ser querido para ofrecer consuelo a las familias en duelo.
Su capacidad para conectar con pacientes de todos los ámbitos de la vida es verdaderamente notable. Desde aliviar la incomodidad inicial ocasional con pacientes que prefieren la soledad a leer libros con imágenes tranquilizadores hasta pacientes con demencia, Ruthmary adapta su enfoque a las necesidades de cada individuo. Incluso utiliza su talento musical, tocando el autoarpa para calmar a los pacientes agitados.
La dedicación de Ruthmary surge de la idea de ser parte de algo más grande. Encuentra una inmensa satisfacción al contribuir a un equipo de atención médica con el objetivo compartido de generar un impacto positivo en la comunidad. Sus visitas brindan consuelo a los pacientes y sus familias, y les permiten tener la tranquilidad de saber que sus seres queridos están recibiendo una atención excepcional.